Es una práctica cada vez más utilizada por líderes, figuras públicas y profesionales de alto rendimiento, aunque todavía existen dudas sobre qué implica realmente. Su valor radica en entrenar la mente para adaptarse mejor a los desafíos actuales, donde las exigencias aumentan y los cambios se presentan de manera constante.
Más allá de las herramientas externas o del esfuerzo personal, lo que marca la diferencia muchas veces es el mindset, es decir, la forma en que interpretamos la realidad, tomamos decisiones y nos relacionamos con los problemas.
¿En qué consiste el coaching?
El coaching propone un espacio de conversación y reflexión entre coach y cliente. A través de preguntas y dinámicas específicas, invita a revisar creencias, cuestionar interpretaciones automáticas y reconocer capacidades internas que no siempre están a la vista.
A diferencia de un consejo o una recomendación, no indica qué camino seguir. Su rol es guiar el proceso para que la persona pueda ampliar su mirada y encontrar respuestas propias, alineadas con sus valores y objetivos.
En este sentido, algunos jugadores incluso buscan un coach mental de poker para trabajar estos aspectos en profundidad.
El cambio que genera
Participar de un proceso de coaching no solo significa adquirir herramientas nuevas, sino también transformar la manera en que uno se posiciona frente a sus metas. Ese cambio se refleja en distintas transiciones:
- Pasar de la duda a la confianza, movilizando los recursos ya disponibles.
- Dejar la reacción impulsiva para actuar con liderazgo y estrategia.
- Reemplazar la dispersión por objetivos claros y foco.
- Sustituir excusas por acciones concretas que producen resultados.
En definitiva, alcanzar tus objetivos no depende únicamente de lo que haces, sino también de la forma en que te estás mostrando en cada paso del proceso. El coaching busca justamente eso: sirve como guía acompañarte en la transformación del ser para potenciar el hacer.
